lunes, 13 de julio de 2009


Escuchar durante algunos segundos el sonido de las campanas, que juntas repiquetean alarmando obligatoriamente. Unas semicorcheas metálicas que preceden al maquinal estrépito del tren. Y ahí sí, el ritmo. La caravana de pisadas que vienen, las que están y las que pasaron presurosas alternando de par en par; tropel de cascos contra el pasto y ese roce plateado (y algo oxidado) que intercepta ahora a las campanas y se mezclan en una poliritmia que a medida que se extiende se pega y se hace homogénea y curvilínea. El estruendo total. La tromba vocea el paso del convoy y todo es sensación, vibra hasta el mástil bicéfalo que sostiene la madera. Pero ya la caravana cierra su paso y se aleja, se destiñe. Ya es un recuerdo sonoro y se silencian las semicorcheas, el contrapeso se activa y la barrera cede y pendula de lado crujiendo suavemente.

jueves, 25 de junio de 2009

Parece que va a llover...

Parece que va a llover. Parece en todo caso, que fuera a pasar algo. El clima está tenso junto a los cuartos… sin novedades. El sol está ausente y el plomo del cielo pesa. Los hombres y mujeres que están sentados piensan en las cosas que podrían estar haciendo. Entre ellos hay uno, solitario, que roe su lapicera. Con la mirada perdida en la puerta que tiene enfrente considera la posibilidad de salir corriendo despavorido, pero sigue casi pegado a la silla. El final llega de noche, cuando todo a esa hora está anaranjándose y contar es tan tedioso… La sensación siempre es la misma. En todas pasa lo mismo: EL DEBER CUMPLIDO… EL VACIO DE VUELTA… QUE NO SIRVA DE NADA… QUE BUENO PODER HACERLO… ¿CONTÉ BIEN? Nada tiene respuesta ni observación. Nada tiene sentido al final, en el bondi. Es considerar hacer algo que sabemos que de nada va a servir, pero no poder olvidar la imperiosa necesidad de participar.

No puedo decir que no me guste... ¿Pero cuándo voy a salir contento?